lunes, 18 de abril de 2011

El entorno nos cría con una idea y un concepto que señala encontrar una persona y compartir con ella la vivencia todos los días. Día a día me fui negando a comprender torpe afirmación. Siempre supuse que solo eso pasaba en casos escasos, hasta que entendí que no es solo una aclaración del entorno o de los mayores quienes nos rodean, sino, una realidad oculta que tarde, rápido o nunca encontramos. Amar para toda la vida, es sentir que tu mundo ahora tiene esa razón por la cual, para la religión, vinimos a esta tierra. Hacer feliz a la otra persona, compartir vivencias, mezclar experiencias y juntos aprender lo que falta y por sobre todas las cosas entender, si son capaces, el significado verdadero de amar. No solo es el contacto con los cuerpos o la sensación de pudor, es compartir sino también el vivir, el sentir que las miradas se conectan, estar conectado a este mundo pero a la vez al nuevo. Donde todas las cosas marchitas de esta vida se viven y sienten utópicas. Felicidad extrema en ese universo gracias a la participación de una persona. Donde el fruto de dos corazones, se convierten en tres. Una parte de cada uno se convierte en esos nuevos latidos los cuales vuelven a reiniciar el ciclo, pero no se sabe si con la misma suerte de sus progenitores. Capas la ceguedad no le permita vivir las mismas experiencias, las cuales le dieron la vida.
Expresarse con una leve sensación de alegría, a pesar de las vivencias en donde la vida te castigas. Somos prisioneros de nuestra propia vida, estamos marcados por nuestras acciones y las de nuestro entorno. Somos criados con el pensamiento religioso que nuestra existencia servirá para una razón útil en el futuro y que nacimos para cumplir un acto que nosotros ni conocemos. De tal modo o no de creerlo, aclaremos que nosotros somos la unidad para hacer feliz a la persona a quien elijamos, a nuestra familia y a dichas personas quienes nosotros accedamos a darles nuestro afecto, pero no solo nosotros somos las piezas para hacer feliz a otros. Los otros, al igual que nosotros, son parte fundamental en nuestras vidas. El ser humano nació para vivir en compañía, dicha frase explica. Somos piezas útiles para la vivencia de otros y a la vez, ellos, para las vivencias nuestras. Es fundamental vivir para vos y para el otro, comprobando así que la arrogancia nos hunde en la soledad.